Powered By Blogger

jueves, 21 de agosto de 2014

La Metamorfosis del Rey Lagarto



Franz Kafka uno de los primeros grandes escritores del siglo XX ( o de los últimos del XIX) trabajaba afanosamente en re descubrirse y asombrarse con su propia existencia.

Son lugares comunes en su escritura el desdoblamiento de la personalidad, la trasmutación del homo ordinaris en una criatura que más allá del fatalismo que encierra una rutina implacable, encuentra una manera de trascender.


Kafka, se afana en regalar a sus personajes un alter ego diseñado para trascender su propia naturaleza y escapar de esa prisión etérea pero férrea que constituye la inercia del día a día.

De  ésta manera esbozaba viñetas humanas que se confundían en la masa anónima, debido a sus precarios recursos para vivir digamos, una existencia “interesante" .

Sin embargo, esa medianía existencial y corriente se enfrenta al desafío de un cambio radical hasta el punto de extrañarse de su propia persona . La cotidianidad se trasmuta entonces en una forma nueva de existir. Aunque esa forma revista el aspecto de la tragedia.
Se ha dicho que nadie como Kafka para profetizar el fracaso de cualquier día.  

Tuvo mucho de mártir involuntario en su vida cotidiana. Logró vivir  de un trabajo gris de oficinista de seguros que no le gustaba y sin embargo, no logró desprenderse de él sino hasta su jubilación anticipada.

La ansiedad anticipatoria o bien la extrañeza del hombre hacia sí mismo y su actividad es una constante en sus escritos y el término kafkiano, reconocido por la Real Academia de La Lengua , alude al absurdo y a lo complicado de situaciones que bajo otra óptica, son solo “ cotidianas”



Inmerso en esa angustia que procede de la asfixiante realidad y lo cotidiano, muchos años mas tarde se encuentra un poeta que también puede inscribirse en una tradición existencialista, a veces fatalista que sin embargo apunta a redimirse a sí mismo con una expresión de locura y denuncia.

A veces tremendamente simple y otras  siniestro y trágico.
La tragedia también lo persiguió, y fue perseguida por él.

Hizo del exceso y la denuncia su modus vivendi. 


Jim Morrison murió el mismo día que Kafka vino al mundo: un 3 de julio.

Dejó una estela de pensamientos que aún iluminan y fascinan a multitudes de rockeros y analistas varios. Una figura que se alimentó de su propia leyenda y que necesariamente se auto consumió en la tragedia que tantas veces cantó bajo diversas formas.

Morrison con su desesperanza y su absurdo de las cosas rutinarias se convirtió en un rockero kafkiano, a pesar de que su literatura y expresión musical lo han colocado cercano al movimiento Beat, y plumas como la de Bertold Bretch, Allen Gingsberg y Bukowsky. Sin embargo, quizá no de manera tan evidente el pensamiento y la forma de ver la vida de Morrison, también se bañaba en las aguas del absurdo, de lo cruelmente cotidiano, para trasformarlo mediante una denuncia subversiva, y la urgencia por tomarlo todo hasta hacerlo nada. incluyendo su propia vida.

Su grito desgarrador y edípico , célebre en el eterno interludio de su canción THE END, nos muestra una desesperación por aniquilar esa figura paterna castrante, urgido por  encontrar un significado a su propia identidad, alejado de la sombra del progenitor. Del horror y la experiencia del vacío y el sin sentido personal, en THE  END,  Jim Morrison pasa al vacío colectivo, casi universal.
La desesperanza y el grito ahogado de protesta innunda cada poro de piel del cantante y al expulsarlo se convierte en imagen apocalíptica (Francis Ford Coppola lo entendió muy bien)



Kafka manifiesta el reclamo abierto a su padre, a su arrogancia impositiva y su intransigencia descalificadora, la misma que quizá le llevó a buscar un empleo entre los grises muros de la burocracia, alejado del comercio y su devoción al dinero.



Jim Morrison encontró en el rock el vehículo de expresión que le permitió denunciar, trasgredir y acomodar el absurdo de lo cotidiano en retórica juvenil. Contestatario y peligroso, no obstante su pensamiento poético acude  en última instancia a mostrar su condición individual frente a un mundo que le parece extraño. El Barco de Cristal , canción incluida en su disco debut con ese ambiente que recuerda a Rimbaud, es una alegoría a la sensación de no pertenencia , que expresa el destino de los poetas: ir solo en medio de todos.






Kafka alude una implacable individualidad en la forma en que concibe al mundo. Con su típica visión de la realidad, coloca la condición de soledad de cada protagonista frente a lo cruelmente ilógico que tiene la vida cotidiana.
Así, trasforma un episodio  lleno de normalidad como lo es el descanso nocturno, en el  despertar  angustiante  del ser transformado en otro, en el monstruo que es desconocido y resulta repulsivo.
Recordamos entonces una línea típica de Morrison, en la canción Unhappy Girl de 1967:  



Kafka alude a la intervención de los sistemas creados por el ser humano pero que se vuelven contra el en un juego perverso, las instituciones burocráticas y la familia, ambas como proveedoras de justicia.

Morrison también observa este juego perverso donde las personas se hacen presas de sus propias invenciones ,para quejarse amargamente buscando arreglar lo que ellos mismos han descompuesto:



Pero es en la poesía del Rey Lagarto,  donde podemos encontrar inquietantes paralelismos con el pensamiento del hijo de Praga.  Kafka por cierto, vivió en el célebre callejón de la alquimia, una de las calles más tradicionales y con mayor encanto turístico de la capital de Checoslovaquia. Al parecer su relación con la alquimia no devino en una experiencia transubstancial de sí mismo. No logró a lo largo de su vida volverse el apreciable lingote de oro , su vida terminó prematuramente,   y en vida no obtuvo reconocimiento por su obra. En éste punto es diametralmente opuesto a Morrison, quien convertido en una celebridad , obtuvo los sinsabores que el peso de la fama brinda a los de espíritu  trascendente.

Jimbo, encerrado en un cuerpo de adonis, tuvo que aprender a ser idolatrado y deseado, jugar en el límite de la permisividad  y  buscar incansablemente ese proceso alquímico para transformarse en aquel que  desde el principio de su existencia estaba predestinado a ser.

Por eso su escape a París, lugar donde esperaba continuar con su proceso alquímico, lejos de donde una vez fue entronizado en leyenda. En París se descubrió tanto y se transformó tanto que acabó siendo un mito fundamental para lo que se le conoce como cultura del rock, para bien o para mal.



Dentro de la tina del baño, fue donde Jim se despertó para contemplarse ya metamorfoseado en el auténtico Rey Lagarto.
Ahí seguramente pudo cumplir la sentencia lapidaria del escritor Checo:


EMPIEZA DE UNA VEZ A SER QUIEN ERES, EN VEZ DE CALCULAR QUIEN SERÁS

Su último gesto de vida-muerte , definitivamente kafkiano.

Dentro de las creaciones de The Doors se advierte una urgencia para abordar el horror cotidiano:


Para trasmutar lo absurdo a un plano cósmico y generar epopeyas de bolsillo, (parafraseando un poco el término de Brian Wilson , respecto a su música) epopeyas y tragedias, donde se busca desesperadamente al anti héroe, para elevarlo a un templo místico.

El anti héroe de  RIDERS ON THE STORM, proyecta magnetismo a pesar de las atrocidades cometidas.

Acude a la condición de errante y desposeído, un “perro sin hueso” que se convierte en el enemigo peligroso. Un fantasma en medio de la tormenta. Un fantasma que será también el propio de Jim, curiosamente fallecido el mismo día en que la canción ingresara a las listas del billboard.

Destino tragicómico típico del universo de Kafka.
El jinete-asesino de la carretera habría alcanzado esa referencia evasiva que durante nuestras  vidas nos atormenta:



A través de su música y poesía, Jim Morrison juega con el poder del NO SER. Negándose en lo básico, sabe que se convierte en ese ser atemporal y omnipresente.





































Quizá en el fondo de toda su obra y de su vida, la búsqueda del Rey Lagarto era acceder a una definitiva transustanciación. Siendo un  Chamán Cósmico que habitó el cuerpo de un músico atormentado,  la verdadera alquimia solo podía consumarse al tomar su magia escénica para cambiar esa sustancia que no tolera las horas, ni el paso de las estaciones, esa sustancia que irremediablemente  nos hace humanos e irremediablemente, kafkianos: 
El Miedo.