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martes, 7 de noviembre de 2017



Jean Luc Godard y la música en la Azotea.

Aquel invierno en Londres, como en gran parte del hemisferio norte, estaba siendo especialmente gélido.
Además del aire inclemente que cortaba la cara en un mediodía nublado, aquel último día de enero de 1969, el frío venía en forma de una despedida. Aún sin saberlo a ciencia cierta (o al menos eso se ha repetido hasta el cansancio en la historia oficial), The Beatles habían dado su último concierto ¡SIN BOLETO PAGADO!

Ellos que habían sido los magos del Merchandaising musical, pioneros en poner en movimiento la industria musical a gran escala, aquella que se benefició de las audiencias enloquecidas que atiborraban estadios y arenas, plazas de toros, salas de concierto, o recintos casi sagrados como el Budokan en Tokio, Japón.

Ahora, ante la incredulidad de asistentes, policías, técnicos de sonido, camarografos, vecinos y transeúntes, teniendo como testigo el cielo gris de Londres, y sus elegantes y flemáticos edificios, la banda que había enseñado al mundo a soñar mientras el Rock alcanzaba su mayoría de edad y con ello su madurez financiera, se ofrecía en el supremo altar del concierto en directo por última vez en su carrera.

The Beatles habían entrado en un extraño "impasse" desde aquel 29 de agosto de 1966, cuando en el Candle Stick Park de San Francisco habían actuado por última vez en un espectáculo en vivo. Se habían vuelto inalcanzables para los simples mortales. Desde finales de aquel 1966, como profetas en lo alto de una montaña, ermitaños alejados del bullicio de los públicos enloquecidos, ahora dedicados a la alquimia sonora, encerrados en sus mágicos estudios con solo un puñado de incondicionales cercanos, entre los que se encontraba su productor George Martin, ingenieros de sonido y colaboradores de su primer círculo como Mal Evans y Neil Aspinall.

El mundo había sido testigo de una de las más impactantes y vertiginosas metamorfosis, cuando entregaron la obra maestra del pop enfundados en multicolores trajes militares, siendo absorbidos por su alter ego y su leyenda.

Por eso, después de 27 meses lejos del público, los Cuatro Grandes buscaban un regreso al escenario, para finiquitar un proyecto fallido llamado primero Get Back y después Let It Be. Un documental que buscaba abrir la puerta celosamente resguardada hasta entonces del estudio de grabación y el proceso creativo de los genios trabajando. sin embargo, terminó siendo  una serie de imágenes a veces inconexas, que  traspiraban lejanía y cansancio entre cuatro adultos jóvenes que apenas se soportaban.
Crónica de un divorcio y de una lenta agonía como lo había calificado Ringo Starr. Para cerrar el citado documental encargado al cineasta Michael Lindsay-Hogg se tenía pensado un concierto en  un lugar legendario, se pensó en el coliseo romano, en una isla, un auditorio fuera de lo común.

Pero el resultado final fue un pequeño recital, casi improvisado, en el lugar mas cómodo para el grupo y al mismo tiempo más inverosímil: la azotea de su propio edificio de oficinas y estudios Apple.  A lo largo de los años la historia se ha contado una y otra vez. Y a fuerza de repetición se ha hecho del dominio público la versión oficial: una ocurrencia de última hora, en donde se puso de manifiesto una vez mas la incapacidad de los cuatro fabulosos para ponerse de acuerdo, una interminable lucha de egos combinada con cierta apatía y cansancio, dieron como resultado que las ideas de Paul McCartney sobre un concierto espectacular terminaran en el bote de la basura, limitándose a subir las escaleras , salir a la azotea, conectar sus instrumentos y cantar para todo el que quisiera oírlos aquel mediodía del 30 de enero de 1969.

Sin embargo,  la historia no es tan lineal, como aparenta.

Nada nuevo sobre la azotea

Al lado del mito de que el famosísimo "Concierto de la Azotea" fue el primero en su tipo, único, y una ocurrencia del momento que acabó en genialidad como muchas obras del Cuarteto, surge de pronto otra versión, apuntalada por hechos concretos.

Si retrocedemos unos dos meses antes de finales de enero de 1969, para ser exactos, el 19 de noviembre de 1968, a las 7:40 de la mañana, en la azotea del hotel Schuyler entre las calles 45 y 57 en el corazón de Nueva York, tuvo lugar otra actuación musical. Si bien no puede ser tomada como un "Concierto" en el estricto
sentido de la palabra, debido a que precisamente al finalizar la segunda canción la policía neoyorkina dio por terminada la sesión musical y contestataria, queda claro que la idea de presentar música rock desde las alturas de un edificio, de manera gratuita, y sin previo aviso de ninguna índole con al afán de sorprender a todos aquellos que coincidieran en tiempo y espacio con el show, no fue privativa de Los Beatles.

En la azotea del citado hotel en Nueva York, de pronto sonaron las potentes voces de Grace Slick y Marty  Balin, al frente del resto de los músicos que formaban el Jefferson Airplane. 
El grupo consentido del Verano del Amor de 1967, triunfadores en el Monterey Pop Festival y que habían sido la punta de lanza del llamada "Rock Acido" ahora presentaban un rostro un poco más duro, menos ingenuo, más enfocado al año de 1968. Instalándose en las alas radicales de la protesta y la contracultura, en aquel turbulento año editaban un trabajo discográfico de nombre "Crown of Creation" el cual los seguía posicionando como uno de los grupos americanos más interesantes vanguardistas y artísticos en toda la extensión de la palabra.

Tal vez esa actitud de bohemios peligrosos y poetas agudos, con una presencia escénica fuerte e innovadora, gracias en gran medida a la mágica voz de la bellísima Grace Slick, era lo que buscaba Jean-Luc Godard, el innovador director de cine francés.

Un director contestón

Godard había formado parte del llamado movimiento de la "Nueva Ola del Cine Francés" desde los años 50. El director favorito de la diva Briggitte Bardot se había decantado también hacia las ideas revolucionarias en contra del Statu Quo capitalista y sobre todo , en contra de la posición dominante, imperialista y neo colonial de los Estados Unidos y demás aliados en la desgarradora guerra de Vietnam.
Aquel 1968 ya había aprovechado la imágen y el sonido de otros consagrados en el Rock como Los Rolling Stones para realizar una película documental que giraba en torno al proceso creativo del abrasivo tema "Sympathy for The Devil" aderezado con la recitación de consignas anti sistema, como un ejercicio de
propaganda en forma de performance artístico. En ese mismo 1968 y en abierto apoyo al movimiento del denominado "Mayo Francés" cuando obreros y estudiantes tomaron las calles parisinas enfrentándose con la policía, Godard y otros directores de primera línea como Roman Polansky y Francois Truffaut, forzaron la suspensión  del festival de Cannes . La violencia y dureza de las calles tomadas por muchas conciencias juveniles a lo largo y ancho del planeta en aquel ´68, fue sin duda la inspiración para que Goddard musicalizara mediante la canción  de los Stones, la actitud de crítica, desesperanza y espíritu reaccionario de los inconformes con el sistema.

Como un proyecto adicional  Godard comenzó a rodar un documental artístico, una película llamada originalmente 1 A.M.  (One American Movie) donde mediante entrevistas a personajes ligados al activismo social y político de los Estados Unidos como Eldridge Cleaver, escritor y ministro de información de Las Panteras Negras,  se pretendía mostrar el músculo de la contracultura y diversos matices del anti establishment,

Para finalizar la película, Goddard quiso filmar un acto musical espontáneo, subversivo y que también fuese un desafío a la autoridad.
Llamó a una de las bandas más populares del momento, los cuales no obstante, seguían siendo mordaces en sus letras y ácidos críticos del sistema. Organizó entonces una bizarra  presentación en la azotea del lujoso hotel Schuyler, el cual daba exactamente enfrente de las oficinas de la compañía distribuidora de películas Leacock Pennebaker, misma empresa que se había encargado de filmar el festival Monterey Pop en California, el año anterior.

Además había mandado instalar otras tres cámaras, una en la azotea junto a los músicos, otra más en la calle para recoger las expresiones y las reacciones de los transeúntes y una más en el vestíbulo del hotel.De esa forma pretendía filmar el espectáculo, su entorno y sus efectos. Un experimento cinematográfico-social que tanto le gustaba a Godard.  Si finalizaba con la incursión policial con sus respectivos arrestos e intransigencia a la expresión artística, sería el digno punto final a su película.

La provocación por lo tanto, era la consigna. Un grito desgarrador de Marty Balin  diciendo : "¡Buenos días Nueva York! , ¡Despierten desgraciados! ¡Música gratuita, amor libre!"
era el preámbulo a los atronadores acordes y la hermosa y desafiante voz de Grace Slick entonaba la canción "House at Pooneil Corners"

Unos minutos después, la muchedumbre se detenía en su camino al trabajo, algunos huéspedes del hotel abrían las ventanas incrédulos y atónitos, los vecinos subían rápidamente las escaleras para alcanzar las azoteas vecinas y comprobar por sí mismo el bizarro espectáculo matinal.

Inmediatamente las fuerzas neoyorquinas del orden llegaron a sitiar el exclusivo hotel, se formó una pequeña discusión en el lobby, con gritos y conatos de pelea. La policía imparable trepó hasta donde los músicos hacían su número lúdico y contestatario, sin permitir una segunda canción. Los integrantes del Jefferson sonreían divertidos y observaban temerarios al gentío que habían congregado en las calles, al mismo tiempo la policía enérgicamente daba por finalizado el espectáculo de dos canciones, por lo que no puede considerarse un concierto en toda la extensión de la palabra. Sin embargo, el rodaje prosiguió hasta que la policía dispersó a los curiosos y arrestaba a algunos responsables. La imagen de los músicos a bordo de la patrulla no fue  atestiguada por la cámara por lo que al parecer no hubo a fin de cuentas arresto para ellos. Marty Balin sonríe burlonamente al final de la secuencia y observa como arrancan dos patrullas, mientras un policía visiblemente molesto, manotea censurando a la cámara.

Todo el incidente, sí fue puesto como colofón del rodaje de Jean Luc Goddard, aunque la película nunca se estrenó oficialmente, años después con el material fílmico fue re-trabajado por Donn Alan Pennebaker, y lanzado bajo el título de 1 P.M (One Pennebaker Movie). 

Algunas tomas del grupo en acción las cuales muestran una secuencia algo caótica en el manejo del zoom, fueron realizadas directamente por Goddard, desde las oficinas de Peenebaker, incluso hay un acercamiento al colosal edificio de la RCA, situado en el Rockefeller Center, a una calles del hotel donde tuvo lugar la actuación.

La Azotea de la Manzana

Al observar la actuación de Los Beatles, célebre y multi publicitada, resulta evidente que hay mas de un paralelismo. La disposición de las cámaras en la calle, en la azotea y en el vestíbulo del edificio de Apple, la forma en que es filmada la multitud, el arribo de la policía y finalmente, la manifestación abiertamente expresada por parte de Ringo y de Paul, para ser llevados bajo arresto, cosa que no ocurrió, ni de lejos. La actitud de la policía londinense aunque aparentemente severa fue a final de cuentas bastante tolerante con los cuatro fabulosos. Mucho diálogo entre los agentes del orden y Mal Evans, el Roadie de Los Beatles, y al final los agentes esperaron pacientemente a que el grupo terminara su improvisado recital, observándolos con el serio riesgo de no actuar como fans, sino como guardianes del orden. El volumen de los instrumentos aunque alto, no lo fue tanto como los de Jefferson Airplane en Nueva York. El caos en las calles no fue documentado como un acto de rebeldía sino mas bien de franca devoción hacia los consagrados que por fin salían de su escondite para dar un espectáculo "público".

¿Coincidencia? 
Para  los que conocen bien a McCartney les queda claro que no fácilmente deja cabo sueltos. Ahí donde aparentemente hay improvisación y ocurren cosas dichosamente accidentales, hay un cuidadoso riesgo calculado por parte del bajista de los Beatles. Y él fue, después de todo quien calculó los riesgos y las dichosas coincidencias de la última parte de la carrera del grupo.

Desde 1967 se fue colocando en una posición cada vez más propositiva, luego impositiva. Perfeccionismo y autoritarismo, deseo vehemente de continuar empujando y capitaneando  la embarcación llamada The Beatles que amenazaba con naufragar en las inquietas y a veces traicioneras aguas del pop. Desde el Sargento Pimienta, El Viaje Mágico y Misterioso hasta Get-Back / Let it Be, pasando por las insufribles sesiones del Álbum Blanco, prácticamente todo pasó por la mirada inquisitiva de Paul, por sus bocetos y proyecciones, por sus planificaciones y su control.
Y éste concierto a fin de cuentas, fue idea de él.

Existe una conexión entre McCartney y la ciudad de Nueva York. Apenas el 20 de octubre de 1968  había volado de Londres a la urbe de hierro junto con su entonces nuevo amor: Linda Eastman, permaneciendo 10 días en esa ciudad donde tenía sus oficinas centrales el padre de Linda, Lee Eastman, quien era representante de algunas estrellas del Pop de la época  y por un tiempo, compitió por hacerse del jugoso pastel Beatle. Seguramente McCartney contaba con noticias de primera mano acerca del agitado mundo social y cultural de Nueva York. Eso pudo ser lo que le motivó para solicitar al cineasta Michael
Lindsay-Hogg que grabara el final del documental "Get Back" con esa disposición de cámaras, con esas secuencias, con esos encuadres. Las imágenes de los Cuatro Fabulosos rompiendo el congelante viento londinense con sus melenas y su música ya son parte de la película del siglo XX. Todo el mundo conoce la escena, las canciones, el momento.

Pero casi nadie recuerda, que apenas 52 días atrás, del otro lado del mundo, Jefferson Airplane ya había conquistado otra azotea, y había retado a los mudos e imponentes rascacielos y a la muda e impotente autoridad en una demostración más clara y ruda del espíritu que cubría los vientos de 1968: La Revolución.

Grace Slick recuerda: "Finalmente lo hicimos, teniendo en mente que el costo de ser arrestados y encarcelados sería menor que contratar a un publicista"